Nochebuena

Hola. Supongo que este periodo del año es para reflexionar seriamente, y es lo que yo he estado haciendo constantemente desde que regresé de Copenhague.

Saben que lo que me tiene aturdido es la ira que de ello se desprende y que se puede percibir en el aire. Cada persona con quien me topo quiere hablar sobre eso, todo mundo está desesperado pero yo trato de mantener una actitud positiva al hablar. Quizá la gente cuerda del mundo tiene despierto algo no muy claro en su mente, e ingenuamente todavía pensaban que saldría algo bueno de estas conferencias.

Con tal fuerte reacción, espero que sea posible que la gente empiece a atar cabos y que nuestra incuestionable adoración de una economía basada en el consumo del carbono como golosina pueda descubrirse justo a tiempo.

La gente sensata en el gobierno, en la prensa y en las calles están despertando de mala de un sueño, enfocado a sus hijos, y están más molestos que nunca. Pero esta energía necesita un canal constructivo.

He tratado de escribir algo acerca de mis impresiones de donde estuve y todo eso, pero entonces Ben Stewart, de Greenpeace, me envió algo que escribió él hace una noche, y que creo que es mucho mejor que cualquier otra cosa que yo haya hecho. Así que le otorgaré la palabra por ahora.

Y les deseo de corazón una navidad muy alegre.

“El que ha sido el presidente más progresista de los Estados Unidos en más de una generación, acude a la reunión internacional más importante desde la Segunda Guerra Mundial y pronuncia un discurso tan vacío de contenido que en tal caso también pudo haberlo dicho desde un altavoz en alguna playa de Hawai. Sus asesores discuten en privado que no tenía otra opción, que sólo les quedaba que el Congreso se opusiera a cualquier acción que pudiera desafiar el dominio de los combustibles fósiles en la vida de los estadounidenses. Y es así como la nación que situó a un hombre en la luna no pudo convocar la voluntad colectiva para proteger a los hombres y mujeres del planeta de las consecuencias de un modelo económico y estilo de vida a los que ellos mismos les han tendido un altar.

“Ocurrió entonces que un primer ministro chino, que está en el proceso de convertir a su nación comunista a la nueva fe (o sea, al capitalismo consumidor de grandes cantidades de carbono) se ofendió como en el discurso de Obama que se niega a cumplir, que se niega, de hecho, a hacer cualquier otra cosa que sus berrinches en su habitación de hotel, como si esta fuera una fiesta en la casa de un adolescente en vez de un esfuerzo final para evitar la destrucción de nuestra biosfera.

“Por la tarde, los dos hombres se encuentran y juntos improvisan una recopilación de los apartados a los que llaman un “acuerdo”, que en realidad tiene todo el significado y la autoridad de un pasaje de autobús, lo no que les impide firmar con gran solemnidad. El equipo de Obama entonces informa al grupo de prensa, que le sigue desde la Casa Blanca, y cuya mayoría de miembros al parecer entienden tanto sobre la política del clima mundial como nuestros gacetilleros saben sobre béisbol, y antes de que nos enteremos, el New York Times y la CNN declaran el nacimiento de un “acuerdo significativo”.

“Mientras tanto, un amigo de una delegación africana menciona por correo electrónico que él y muchos otros miembros del bloque G77 de países en vías de desarrollo han llenado los pasillos, tras discutir intensamente sobre el vulnerable estado de las negociaciones, sólo para ver por la televisión a Obama anunciando que el mundo tiene un acuerdo. Es la primera vez que han oído hablar de ello, y unos minutos más tarde, mientras analizan el texto, de inmediato se percatan de que ha condenado rotundamente a su continente a un siglo de devastadores aumentos de temperaturas.

“Por ahora los líderes europeos -que saben que esto es una farsa pero que tienen que presentárselo a sus públicos como un avance- han puesto a sus asesores a llamar por teléfono a todos los directores de asociaciones civiles para decirles que las conferencias han sido un éxito. ¿Un éxito? Este acuerdo cruza tantas las líneas rojas que la Unión Europea había trazado antes de que esta cumbre comenzara que hay marcas escarlata de neumáticos en el suelo del Bella Center, y un diplomático europeo nos dice con honestidad que es un “acuerdo de mierda”. Bastante.

“Este acuerdo está peor que mal. No contiene objetivos jurídicos obligatorios, ni indica cuándo han de cumplirse. No hay ni siquiera una declaración de que el mundo tiene que fijarse como meta mantener sus aumentos de temperatura por debajo de los 2 ºC. En lugar de eso, los dirigentes vagamente dan un “reconocimiento a la investigación científica” detrás de ese umbral vital, como si eso fuera suficiente para impedir que lo crucen. La única parte de este acuerdo que ninguna persona sensata se acercó para darle la bienvenida fueron los cien mil millones de dólares para el Fondo del Clima Mundial. Pero ahora cada vez es más evidente que incluso todo ello en gran parte provino de los presupuestos existentes, sin indicación de cuánta cantidad de nuevos fondos serán recolectados y distribuido, de modo que los países más pobres puedan hacerse ecologistas y adaptarse al cambio climático.

“No todos nuestros políticos se merecen el oprobio de un mundo consternado. Ed Miliband ha luchado incansablemente por obtener mejores resultados, mientras que el presidente Lula, de Brasil, se ofreció a ayudar financieramente a otros países en vías desarrollo a hacer frente al cambio climático, y planteó sobre la mesa un relativamente audaz objetivo de consumo de carbono. Pero la Unión Europea no cumplió ni su propio compromiso (uno tan débil que de veras tendríamos que esforzarnos para no cumplirlo), mientras que Estados Unidos no ofreció nada y China se mantuvo firme.

“Antes de que comenzaran las negociaciones, yo era de la opinión de que sólo se sabría que Copenhague sería un éxito cuando se erigieran planes para que se retiraran las centrales de eléctricas de carbono que hay en el planeta. Si las enormes utilidades veían en los resultados de Copenhague una señal inequívoca de que los gobiernos estarían ahora sí dispuestos a actuar, y que las plantas de carbono en este siglo resultarían demasiado caras para funcionar bajo el régimen acordado en esta reunión, entonces esta cumbre habría tenido éxito. En cambio, mientras se daban a conocer los detalles del acuerdo ayer por la noche, se nos informó sobre diputados de la oposición japonesa descorchando botellas de champán mientras saboreaban el posible colapso de los objetivos de carbono de su nuevo gobierno. No sólo no hemos llegado a donde teníamos que haber llegado, sino que de hecho hemos cedido un terreno enorme. No hay nada en este acuerdo, nada, que pudiera persuadir a una utilidad de la energía que la era del carbono contaminante haya finalizado. Y las consecuencias para la humanidad de este simple hecho son profundas.

“Sé que los ecologistas son parciales ante la hipérbole. Usamos el lenguaje para apalear directamente la atención sobre la crisis a la que nos estamos enfrentando, y seguirás escuchando cosas similares dirante los siguientes días y semanas. Aunque, en realidad, no es ninguna exageración describir los resultados de Copenhague como un histórico fracaso que vivirá en la infamia. En un solo día, en un único espacio, se presenció un espectáculo delante de un público incrédulo de personas que se han informado y han entendido las advertencias provenientes de las mentes científicas más crudas de la humanidad; y lo que presenciaron fue nada menos que el peor de los instintos de nuestras especies, articulados por los hombres más poderosos que jamás hayan existido.

“Dejaré la última palabra a Kurt Vonnegut Jr., quien habría prestado voz a la locura de Copenhague mejor de lo que yo habría podido, y que cuyo poem Réquiem posiblemente sea apropiado en este momento: ‘Cuando el último ser viviente haya muerto por nuestra culpa, qué poético sería si la Tierra pudiera hablar y decir, con una voz en el aire, quizás desde la profundidad del Gran Cañón, “Se acabó. A la gente nunca le gustó estar aquí.”‘”

Thom